En mi instituto el día de San Valentín se repartían claveles, que previamente el alumnado había comprado y dirigido a alguien. No te lo mandaba un/a admirador/a secreto/a, y siempre solían ir firmados por amigos y amigas, recuerdo que te tirabas los días de antes pidiéndoles que te mandaran uno porque no querías ser la única que no tuviese una flor, ese día, necesitabas mostrar que te querían y eso se hacía con el número de flores recibidas.
Yo no tuve novio hasta los 17 años, el primer amor, enamoradísima, él uno de los chicos más guapos del instituto, yo ni me lo creía. ¡Yo la gordita con gafas con él! Pasé a su lado dos San Valentín, el primero aun no habíamos empezado juntos aunque lo haríamos a la siguiente semana, aun así me mando un clavel ¡Qué fuerte! Qué deciros, vivía en el mundo de Disney de princesas y príncipes que me rescataban del dragón que me tenía encerrada en la torre más alta. Porque yo me sentía así en esa época, débil y con necesidad de ser rescatada.
Y entonces él se convirtió en mi Príncipe, los primeros meses fueron maravillosos como esos cuentos que tanto me gustaban, y esas películas romanticonas… pero el tiempo pasaba y la historia ya no era tan rosa, empezando a coger un matiz distinto. Comencé a alejarme de quien era yo, porque él lo sabía todo, incluso en lo que yo era experta, pero no importaba, yo iba de la mano del tío más buenorro del instituto, yo que siempre era la hermanastra fea de todos los cuentos.
Al siguiente San Valentín, me puso que me quería en la flor que me mando en el instituto, y así terminó de atraparme en su red. Hacía tiempo que había dejado atrás a mis amistades, sólo salía con quienes él aprobaba, pasaba más tiempo en su casa con su familia que en la mía, seguía siendo más tonta que él , aunque yo hubiese pasado de curso y él no, y yo era débil, y mala y la que provocaba todo… pero en la flor decía que me quería y que si seguía viviendo era porque yo estaba a su lado, y me dejó dos veces y volvió a mi lado demostrándome que sin mí su existencia no tenía sentido… ¡Y no sólo fue demostrar su amor ante el Instituto sino también con planazo especial! Con regalo incluido, un detallista vamos. Un San Valentín de película.
Y al final me dejó, después de machacarme, de anularme, de forzarme a cosas. Y ya no era la princesa, volví a ser la hermanastra mala y fea. Porque yo era la única culpable de que él ya no me necesitase…
Fue horrible, de repente me quede sin príncipe, sin San Valentín. Porque ya no tendría sentido San Valentín.
Y un día me puse a pensar que nunca tuvo sentido, no tenía sentido que me quisieran un día al año, cuando el resto del año lo único que obtenía era su constante maltrato, de qué me servían las flores… si al igual que el amor que reflejaban se marchitaban, de qué me servía todo eso, si él jamás me quiso.
Porque cuando el amor te encierra en una jaula y al andar sientes las cadenas, eso no es amor. Porque, aunque mis cuentos favoritos me enseñen que el amor todo lo puede no es así, mi amor absoluto hacia él no le paró el día que me levantó la mano, pero tampoco le paró el día que me alejo de mi misma, ni cuando me dijo que si yo no estaba se mataba.
No, eso jamás fue amor.
No quiero San Valentín, porque no quiero días que perpetúen el amor de esa manera, porque una flor no es amor, porque decirte te quiero ese día tampoco lo es.
El amor no es estar esperando a que te rescaten de la torre más alta y del dragón más maligno, el amor es lanzarte tú misma al mundo en libertad, y volar a lomos del dragón.
El amor es quererte a ti por encima de todo.
El amor es que en tu libertad encima de tu dragón gires la cabeza y veas que te acompañan desde el respeto y en igualdad.
Ángeles
Socia de PIPILOTA